Vamos a centrarnos en los otros dos problemas, los que no se pueden modificar y los improbables.
2) Problemas no modificables
Ante los problemas no modificables como la muerte de un ser querido, la separación de quién más queremos o el diagnóstico de una enfermedad, sólo nos queda la aceptación de la nueva situación. Esto no implica resignación, implica integración de los nuevos aspectos en nuestra vida y adaptarse saliendo fortalecido y aprendiendo de ello. Os remito al artículo sobre la resiliencia del que hablamos hace unos días.
3) Problemas improbables
La sociedad moderna ha ido desarrollando en las personas la ilusión de que podemos tenerlo todo bajo control y por ello vamos buscando que nada se nos escape, que todo esté en su sitio, ordenado y a nuestro alcance. Esto nos da poder, sensación de seguridad y de tranquilidad. Cuando esto es posible está muy bien... ¿pero podemos controlarlo todo?
Este "deber" que nos han inculcado crea una gran angustia ante situaciones que se presentan "incontrolables" y genera intolerancia a la frustración (el otro gran mal de nuestra sociedad); un elemento que quebrante nuestra seguridad nos va a llevar inmediatamente a buscar otros elementos tranquilizadores, por ejemplo:
- Ante el miedo de no saber cómo voy a afrontar mi futuro (elemento inseguro), voy a tomarme un ansiolítico (elemento tranquilizador).
- Ante la inseguridad generada por tener que tomar la decisión adecuada (elemento inseguro), hiperracionalizamos (elemento tranquilizador), analizamos la situación una y otra vez aunque no terminemos nunca por a una conclusión .
- Ante la creencia de que no vamos a ser capaces de solucionar un problema (elemento inseguro), delegamos nuestra tarea en otra persona (elemento tranquilizador).
- Ante la incertidumbre que provoca una nueva situación (elemento inseguro), evitamos esa situación (elemento tranquilizador).

No hay comentarios:
Publicar un comentario