Existe una relación entre los pensamientos, las emociones y la conducta. Todo los pensamientos que rondan por nuestra cabeza, las interpretaciones que hacemos de todo aquello que nos pasa, afectan a nuestras emociones, altera nuestro ánimo de forma agradable o desagradable, y esto lo notamos porque va acompañado de sensaciones corporales. Y según como nos sintamos actuaremos. Haremos actividades con más o menos implicación por nuestra parte o actividades más activas o pasivas. Por otro lado, estas mismas acciones que nosotros realizamos también repercutirán en nuestros pensamientos, pues los confirmarán o desconfirmarán.
Vamos a hacer un ejercicio.
Para ello tienes que hacer un pequeño esfuerzo, no leas simplemente, trata de adentrarte en las situaciones que te voy a exponer:
- Imagínate que vas conduciendo por la autopista y de pronto ves en el lateral derecho de la calzada un coche parado y unos pocos metros hacia adelante ves una moto en el suelo, muy cerca puedes ver el cuerpo de una persona estirado en el suelo, no puedes verle la cabeza porque lleva el casco puesto, pero parece que el cuello está dislocado, no se mueve. Cierra los ojos e imagínatelo.
¿Cómo se te ha puesto el cuerpo? ¿qué sensación te ha provocado pensar en esta historia? Ni si quiera lo has visto, pero el simple hecho de reflexionar sobre ello provoca sensaciones de malestar; un nudo en el estómago, escalofríos, frunces el ceño,...
Ahora respira profundamente, recupérate.
- Cierra los ojos de nuevo, imagínate que estás sentado en la arena de una playa desierta. Sientes la suave brisa sobre tu piel y escuchas el vaivén de las olas. De repente notas una suave caricia sobre tu brazo derecho. Cierra los ojos e imagínatelo.
¿Qué has notado ahora? ¿Te resulta agradable? ¿Sientes bienestar?
Como vemos las emociones van íntimamente ligadas a las reacciones corporales, así que una buena forma de detectar aquellos pensamientos que nos hacen daño es fijarnos en esas sensaciones somáticas; expresión facial, tensión corporal, sudoración, dolor de cabeza, nudo en el estómago, palpitaciones, etc.
Esto tan son sólo dos ejemplos de la capacidad que tenemos para provocarnos diferentes emociones. Pero cada día aparecen nuevas ideas, pensamientos o interpretaciones. Unos tienden más a ver las cosas de forma positiva y otros a verlas de forma negativa.
¿Qué está haciendo que algunas personas tengan pensamientos de tipo negativo?
Tenemos la tendencia a realizar una abstracción selectiva, es decir nos fijamos en unos detalles concretos y obviamos todo lo demás. Cuando estamos empecinados en demostrar lo mal que nos va todo dejamos de darnos cuenta de lo bueno que nos rodea. Y el hecho de realizar está abstracción nos confirma nuestros pensamientos negativos.
Ejemplos:
- Me ha salido mal un examen: me centro en este hecho para confirmar mi idea de que "todo me sale mal y no sé hacer nada bien", obviando el buen trabajo que hice para aquella otra asignatura.
- Me he peleado con mi pareja: me centro en este hecho para confirmar mi idea de que "nunca me llevaré bien con nadie y estaré siempre sola", obviando la buena relación que tengo con mi amistades.
- Se me ha quemado la comida: me centro en este hecho para confirmar mi idea de que "no sé hacer nada bien, no valgo para nada", obviando lo bien que se me ha dado cocinar otras veces, o lo bien que se me dan otras cosas, como ser trabajadora, ordenada, puntual, ser buena madre, etc.
Estamos rodeados de pequeños detalles preciosos y a veces no nos fijamos en ellos, pero están ahí. Sólo hay que prestarles atención.
Otras veces hacemos atribuciones erróneas, por ejemplo atribuimos nuestros logros a factores externos (he tenido suerte), específicos (sólo me sale bien esto) e inestables (sólo esta vez). De esta forma no nos asignamos ningún triunfo, y no reforzamos nuestros esfuerzos.
A modo de resumen, sería recomendable:
- Identificar los pensamientos que no nos aportan emociones positivas, con la ayuda de las sensaciones corpóreas.
- Tratar de realizar acciones placenteras o acciones para las que somos habilidosos.
- Dedica unos minutos cada día a imaginar o recordar situaciones que te produzcan un estado de relajación o de placer.
- Centrarnos en todos los aspectos positivos que nos rodean, que no son pocos: el amor de nuestra gente, lo bien que se me dan ciertas cosas, lo bien que me siento al hacer deporte, lo bien que me sienta el sol, lo bonito que me resulta un paisaje,...
- Atribuirnos logros; reconoce tus éxitos, tus habilidades y recompénsate por ello, ¡te lo mereces!