Supongo que la mayoría habréis oído hablar de estas dos películas. Ambas se basan en la historia real de dos personas que ven interrumpidas sus vidas por un acontecimiento que, aunque diferente en cada caso, termina dejando sus cuerpos inmóviles para siempre.
Para los que no sepáis de qué películas estoy hablando, podéis consultar la sinopsis de Mar adentro aquí y la de La escajandra y la mariposa aquí.
Siendo los dos casos tan parecidos, cada uno de ellos toma una decisión completamente diferente; terminar con el sufrimiento a la vez que con su vida en un caso, y evadirse de la situación creando otros mundos mediante la imaginación en el otro. Ambas decisiones son igualmente respetables. Ninguna es mejor o peor que la otra. Simplemente cada uno escogió el camino que consideró más adecuado en base a sus sentimientos, experiencias o creencias.
Este tema ha generado numerosos debates pero esa no es la intención de esta entrada. La idea que pretendo plasmar aquí es que no existen decisiones correctas o incorrectas, sino interpretaciones muy variadas que nos llevan tomar determinadas direcciones. Estas interpretaciones se basan en las experiencias y en la biología de cada persona y determinarán los gustos, el carácter, las creencias, la autoestima, etc. Resultaría muy difícil tomar una decisión por un tercero sin tener en cuenta la totalidad de los datos que conforman su vida.
Todas las personas deben ser libres para decidir sobre sus propias vidas, sobre su orientación, su ocupación, su ideología o tantísimas otras cosas que competen tan sólo a uno mismo. Sin embargo en ocasiones esto no se cumple, pero hay dos máximas que todos deberíamos respetar:
- Nadie tiene la propiedad sobre nadie. Algunos se creen con el derecho de manejar a otros, con violencia o no, creyendo que se hace el bien o con intención de dañar, pero con el mismo fin de dirigir la vida de los demás.
- Buscar la respuesta en nosotros mismos. A veces nos resulta difícil decidir sin pedir ayuda o directamente delegamos nuestras responsabilidades, por inseguridades, por miedo, etc. Pero al final cada uno está en su propio carril y se topa con obstáculos que deberá afrontar él sólo.
Considero que sólo hay dos límites a la libre elección: el daño a un tercero o el daño a uno mismo sobre el bien físico o psicológico.