Últimamente no paramos de oír hablar de la inteligencia emocional y no paran de decirnos lo importante que es enseñarla, pero ¿qué es? y sobre todo, ¿para qué sirve?
El principal divulgador de este concepto es Daniel Goleman. Su libro "Inteligencia emocional" comienza con una frase de Aristóteles que puede ayudarnos a entender el concepto:
"Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo."
La inteligencia emocional es la capacidad de saber identificar y gestionar nuestras emociones, de entenderlas y adecuarlas a cada situación. Y del mismo modo, reconocer las emociones ajenas, saber por qué el otro se está sintiendo así, por qué actúa así y cómo puedo gestionar esa situación. Tener el control sobre nuestras emociones nos permitirá mantener el equilibrio entre el lado racional y el lado emocional.
La sociedad en la que vivimos no sólo ha creído que las habilidades de tipo emocional no tienen ningún tipo de importancia, sino que ha impuesto una forma prototípica de comportarse y expresar los sentimientos dependiendo del sexo de las personas. A las mujeres se les permite llorar y expresar su tristeza, sin embargo está mal visto, o se considera poco femenino, que muestren sus enfados o su odio. Por otro lado, no parece extraño que un hombre exprese su rabia pero se les considera "poco hombres" si se sienten afligidos o melancólicos. Por suerte para todos, sí es bien recibido que tanto hombres como mujeres manifestemos nuestra alegría y felicidad.
Podemos considerar que algunas emociones son más positivas porque las aceptamos mejor y otras son negativas porque nos causan malestar. No obstante, todas las emociones son válidas y nos dan información de lo que nos gusta, de lo que nos da miedo, de lo que nos da asco, de lo que nos enorgullece, etc. ¿Por qué deberíamos ocultarlas si son una guía perfecta para reconocer cómo nos afectan las situaciones que vivimos? ¿Por qué reprimirlas si forman parte de nuestro instinto de supervivencia?
No obstante, debemos andar con cuidado y no dejarnos controlar por las emociones, somos nosotros los que debemos controlarlas a ellas. Por lo tanto, supone un desafío muy importante transmitir a los más pequeños las herramientas que les permitan ser felices. Goleman se plantea lo siguente: ¿qué factores entran en juego cuando personas con un elevado CI no saben qué hacer con su vida mientras que otras, con un modesto o bajo CI lo hacen sorprendentemente bien? Él explica que la diferencia está en las habilidades como el autocontrol, el entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo. Son el conjunto de habilidades pertenecientes a la INTELIGENCIA EMOCIONAL.
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